Desde nuestra plataforma destacamos un reciente artículo del Dr. Miguel A. Zabalza en el que plantea el interés de reconocer aquellas experiencias exitosas que los profesionales de la educación han sido capaces de desarrollar. Nos propone rescatarlas de la opacidad y exponerlas a la luz de la de la mirada indagadora de los profesionales y, si es posible, hacerlas objeto de investigación.

De entre las muchas personas que trabajan,  hoy  deseamos centrar nuestra atención  en aquellas que son aficionadas a  reflexionar  sobre su práctica profesional y que están dotadas de  una  actitud indagadora en todo lo que realizan,  cualidad que los ennoblece y los hace admirables. ¿Cómo caracterizar a dichos profesionales?

Suelen ser personas inquietas, dinámicas profesionalmente y comprometidas con la mejora.  Su actitud reflexiva les conduce con cierta frecuencia a ser protagonistas de buenas prácticas y  sus cualidades y características actúan en ellos como un  campo de cultivo en el que  fácilmente madure  la vocación  investigadora. Estos profesionales reflexivos cuentan ya  por lo menos con la experiencia de haber investigado sobre su práctica  profesional llegando incluso a investigarse a sí  mismos. Sí, ciertamente, se trata un colectivo de excelencia profesional.

 Zabalza (2012)[1] en su reciente estudio sobre las denominadas buenas prácticas apunta que  éstas apenas han estado en el punto de mira de los investigadores y sin embargo su estudio  es uno  de los principales compromisos de la investigación educativa.  Las recomendaciones  de los organismos internacionales con voz autorizada en  investigación – UNESCO, BIE, CEOE –  apremian a que en las próximas décadas  el esfuerzo de los investigadores  se centre en  identificar, analizar, sistematizar las  buenas prácticas y promover su visibilización y difusión. El Su valor de esas buenas prácticas no se agota  en el contexto de éxito en que se han producido y están llamadas a su transferencia.  Precisamente la investigación acerca de las buenas prácticas  es de especial relevancia pues su estudio aporta a los profesionales el conocimiento sobre la raíz y justificación de  su efectividad poniéndolas al alcance de los profesionales de tal modo que la investigación educativa contribuya directamente a la mejora de la docencia,  y en especial en la Educación Superior. El estudio y la visibilización de “buenas prácticas” a nivel internacional emergen como un poderoso recurso para mejorar la educación. Al hilo de la lectura  del artículo citado seleccionamos algunas consideraciones sugerentes del autor sobre las buenas prácticas: 

a)     Ninguna práctica es buena en todos sus componentes

b)     Nunca hay prácticas perfectas

c)     No existen buenas prácticas universales, por lo menos en educación

d)     Ningún docente es un compendio de buenas prácticas

a)     El individualismo y la opacidad restan potencialidad transformadora a la buenas prácticas

b)     Las buenas prácticas encierran valiosas actividades a investigar

c)     La unidad de estudio no son los profesores ni los alumnos sino la buena práctica o experiencia seleccionada.

Llegado a este punto invitamos a dirigir la mirada hacia nosotros mismos y como profesionales comprometidos con la educación e investigación, formularnos algunas cuestiones para la reflexión profesional:

  • ¿Cuál es mi concepto  de buena práctica?
  • ¿Qué relación percibo  entre buena práctica y  buena enseñanza?
  • ¿Cómo puedo  identificar y seleccionar  las  buenas prácticas?
  • ¿Qué procedimiento puedo seguir para analizarlas  e investigarlas?
  • ¿Cuáles son los aspectos  relevantes a estudiar de una buena práctica?
  • ¿Cómo descubrir el origen de su efectividad? [2]

Cuanto mejor conozcamos esos procesos en mejores condiciones estaremos de mejorarlos.   Desde nuestra plataforma deseamos hacer una llamada a reconocer aquellas experiencias exitosas que los profesionales de la educación han sido capaces de desarrollar y  rescatarlas  de la opacidad y exponerlas a la luz de la de la mirada indagadora de los profesionales. Y en la medida de lo posible hacerlas objeto de nuestra investigación.

A los que se sientan interesados en  resolver esos  interrogantes y tengan ese espíritu indagativo e investigador comentado al inicio, os recomendamos consultar el riguroso artículo de referencia.  


[1] Zabalza Beraza, M.A. (2012). El estudio de las “buenas prácticas” docentes en la enseñanza universitaria. Revista de Docencia Universitaria. REDU. Monográfico: Buenas prácticas docente en la enseñanza universitaria. 10 (1), 17‐42. Recuperado el (4-IX-2012) http://redaberta.usc.es/redu/index.php/REDU/issue/view/66

[2] Invitamos a los lectores a aportar otras sugerencias que amplíen y enriquezcan la reflexión de nuestra comunidad científica utilizando la sección abierta de “comentarios”  disponible al final de estas líneas.