Acabo de salir entusiasmada, como siempre, de una conferencia de Javier Martínez Aldanondo en el CEJFE (Centro de Estudios Jurídicos y Formación Especializada). Me gusta escuchar sus reflexiones sobre qué es aprender y qué es conocimiento. En esta ocasión ha sido muy interesante el paralelismo que ha ido estableciendo entre cómo aprende una persona y cómo aprende una organización. El conocimiento es el presente, dice, lo tienes o no lo tienes y si lo tienes, eres capaz de tomar las decisiones adecuadas ante cada situación. El aprendizaje es el futuro, es lo que haremos para mejorar y obtener conocimiento. ¿Cuál es el presente y el futuro de nuestra organización? Qué es lo que sabe? ¿Qué quiere aprender?

Preguntas interesantes, pero la más sorprendente es la siguiente: si en el caso de las personas, el órgano relevante para gestionar el aprendizaje es el cerebro, ¿cuál es el cerebro de nuestra organización?

“Aprender es acumular experiencia reutilizable en el futuro”, dice Martínez Aldanondo. Y sabemos aprender, pero no sabemos cómo. Este como ha sido la clave de la conferencia, aprender cómo aprendemos las personas y aprender cómo aprende una organización. Muchos sabemos montar en bicicleta, pero si tuviéramos que decir cómo hemos aprendido, todos los pasos que hemos dado para aprender, nos quedaríamos en blanco. Aprendemos con la práctica, sin práctica no hay aprendizaje; aprendemos con el error, equivocarse es una oportunidad para aprender, pero tanto la práctica como el error necesitan de la práctica reflexiva para que el aprendizaje se transforme en conocimiento.

Es necesario incorporar sistemáticamente la reflexión en el proceso de aprendizaje, la reflexión personal, la reflexión colectiva, la reflexión organizacional… Esta reflexión es la que nos permitirá tocar, si se me permite decirlo así, el conocimiento. El cerebro (de una persona o de una organización) debe ser consciente de lo que se sabe y de lo que no se sabe, de qué situaciones somos capaces de resolver y cuáles no, es el portafolio individual y también el de la organización.

Pero, ¿y el TIEMPO? Para poder hacer realidad este portafolio (personal u organizacional) es necesario tiempo, hay que prever un espacio de tiempo para PENSAR, para REFLEXIONAR sobre lo que hacemos, lo que hemos hecho, lo que hemos aprendido, lo que somos capaces de resolver… Se establecerá un sistema para organizar y sistematizar estas reflexiones o narraciones. Hay que tener tiempo para analizar, comparar, revisar, discutir en grupo, interactuar, colaborar, compartir, etc. Y por eso es necesario que la comunidad se formule preguntas adecuadas, preguntas que permitan que el aprendizaje se transforme en conocimiento. Hay que ser creativos. Hay que insistir en la idea de que esta reflexión narrada y conceptualizada es la que permitirá identificar el conocimiento de una organización. Ahora mismo en las organizaciones no se dedica tiempo a PENSAR; sin embargo es la clave del APRENDIZAJE de la organización. Tiempo para pensar es tiempo para cultivar.

Huelga decir que también es importante la motivación, un debate abierto que en esta ocasión no hemos profundizado, pero una idea interesante del conferenciante es la de revisar los incentivos en las organizaciones y que se pueda valorar lo que los miembros aportan a los demás… Apostamos por un modelo colaborativo.

Me ha gustado la frase que dijo hacia el final de la conferencia: “uno empieza a morir cuando deja de tener interés por aprender”.

Carme Bové, colaboradora de practicareflexiva.pro

Javier Martínez Aldanondo es gerente de Gestión del Conocimiento de Catenaria.