La naturaleza es sabia, establece por sí misma la mejor forma de aprender: el bebé empieza a hablar a pesar de no tener un lenguaje en el que apoyarse. Lo primero que hace es lanzarse a la interacción con los demás para, después, usar el bagaje forjado en la práctica para crecer individual e interiormente. Desde la escuela hasta la universidad la tradición impone que sea la exposición del conocimiento ya formalizado –y no el proceso de descubrimiento de ese conocimiento- el modo en que se aprendan las cosas de la vida adulta.

Sólo la enseñanza musical y la del diseño y la arquitectura han podido escapar a esta distorsión del proceso natural de aprendizaje y, en ambos casos, esto ha sucedido por la misma razón: la música, el diseño y la arquitectura se aprenden a través del prácticum.

En los talleres de diseño, así como en las clases de interpretación musical, el aprendizaje se realiza reflexionando en medio de una interacción virtuosa: los tutores y aprendices cuajan teorías, historias y conclusiones inesperadas y novedosas a medida que tocan sus instrumentos musicales o en medio de acciones en las que manipulan los materiales propios del proyecto de diseño.

Hay concretamente dos experiencias que, apoyándose en los campos anteriores, la música y el diseño, han logrado revolucionar el aprendizaje, aunque sea a una escala modesta. La primera, ya conocida en todo el mundo, es el sistema de orquestas fundado en Venezuela por José Antonio Abreu hace cuatro décadas. La segunda, que data de la misma época que la anterior, es la transformación de la educación profesional que propuso Donald Schön a partir del ejemplo de los talleres de arquitectura en el Massachusetts Institute of Technology (MIT) en los Estados Unidos de América.

El sistema de orquestas es una demostración de los beneficios formativos que aportan la construcción de conocimiento a partir de la práctica, junto al carácter colectivo del aprendizaje. Desde esta perspectiva,  la educación integral del individuo incluye necesariamente su contexto social, la interacción con los demás. La ausencia de socialización y de ciertas pautas éticas es donde el planteamiento de Schön y el funcionamiento de los talleres de arquitectura, parecen más débiles. No obstante, aun faltando esa visión integradora, la inspiración reflexiva y la crítica al sistema educativo moderno que plantea Schön son acertadas. Es aquí donde ambos casos –el aprendizaje musical y el de la arquitectura- comparten una misma filosofía educativa que se concreta en el prácticum, no como un recurso metodológico más, sino como la base misma de una nueva epistemología de la acción. En ambas experiencias el prácticum no se sitúa al final de los estudios como una especialidad de aplicación, sino a lo largo de toda la carrera como el auténtico generador de conocimiento en la acción.

Puede consultarse el artículo Música, diseño y sistema educativo, Revista EIX, Colegio de Pedagogos de Cataluña (COPEC)

Autores:

Dr. Arq. Miguel Jaime. Profesor de ELISAVA/UPF

Dra. Arq. Eugenia López Reus. Profesora de ELISAVA/UPF.

 

 

Artículo publicado en:

López Reus, Eugenia; Jaime, Miguel. “Música, diseño y sistema educativo”. Educació i Xarxa EIX, nº 6 (2012), p. 25-29