En la actualidad no se pueden disociar las finalidades del sistema educativo de las competencias que se requieren de los docentes; y todavía más si queremos y apostamos por un sistema educativo que tenga una función orientadora y no sólo propedéutica.

Con este fin Perrenaud[1] propone un inventario de diez competencias que contribuyen a redefinir la profesionalidad del docente. Toma como punto de partida un referencial de competencias adoptado en Ginebra en 1996 para la formación continua del docente. En las últimas décadas se han elaborado distintos estudios y propuestas sobre las competencias docentes procedentes de diferentes países, tales como el estudio elaborado en Holanda (2004) titulado Competence requeriments teachers. También las Facultades de Ciencias de la Educación ponen de manifiesto el interés por mejorar las competencias docentes de los futuros maestros. A su vez Zabala[2], entre otros autores, también realizó aportaciones relevantes sobre las competencias docentes.

De manera sucinta nos atrevemos a resumir el concepto de competencia como el conjunto de elementos combinados (conocimientos, habilidades, actitudes) que se integran según distintos atributos personales (capacidades, motivos, personalidad, aptitudes, motivación) tomando como referencia las experiencias personales o teorías implícitas y que se manifiesta mediante acciones o conductas en un contexto de trabajo concreto. Podemos afirmar que existe una competencia, la competencia reflexiva, que subyace en todas las demás y que el docente activa de forma quasi permanente para llevar a cabo cualquier función en el ámbito educativo.

Esto justifica que podamos atribuir a la competencia reflexiva categoría de competencia porque supone la movilización completa del bagaje del docente, -conocimientos, experiencias, dimensión moral y emocional. Es, pues, una competencia de configuración holística y de estructura compleja.

En el escenario profesional el docente debe afrontar y resolver situaciones imprevisibles de cierta complejidad e inmediatez que le conducen a elaborar respuestas complejas unitarias y no fragmentadas, tales como problemas cognitivos, didácticos, emocionales, psicológicos, sociales, etc. Así pues el docente, mediante sus procesos reflexivos,

  • elabora soluciones alternativas;
  • reflexiona sobre cuál de las soluciones es más adecuada al contexto;
  • selecciona unas acciones, desestima otras y reduce el espectro de posibilidades;
  • toma decisiones: elige y decide su actuación;
  • Pone en marcha la respuesta que ha decidido.

Estas fases reflexivas se producen de modo no formalmente consciente y el proceso se produce con rapidez. Transcurre en la persona del docente-formador, que busca la resolución exitosa de las situaciones concretas y la mejora de su acción o praxis en su propio escenario profesional.

Pero, ¿cómo lograr elaborar mentalmente esas posibles soluciones exitosas? Precisamente en este punto estriba la denominada profesionalidad docente. El verdadero profesional no recurre a fórmulas estandarizadas, a recetas conocidas, a los principios pedagógicos, a las teorías generales. Por el contrario, este profesional, ante cada situación nueva, elabora la respuesta adecuada a partir de todo su bagaje profesional que implica diferentes fuentes de conocimiento: saber teórico, cúmulo de experiencias, intuiciones, vivencias, teorías implícitas, emociones, ética profesional, valores educativos y la propia cultura profesional docente. La competencia reflexiva invita a volver sobre las experiencias vividas y buscar situaciones de mejora como puede ser la innovación sobre su propia praxis.

Como cualquier competencia, ésta es de carácter sistémico y abierto por naturaleza. Se desarrolla y evoluciona en el actuar docente de tal manera que el docente reflexivo acostumbrado a reflexionar y a tomar decisiones es cada vez más competente y ágil en sus decisiones, por lo que podemos deducir finalmente que la competencia reflexiva es la competencia que profesionaliza al docente y lo convierte en un profesional cada vez más autónomo.

 


[1] Perrenoud, PH. (2004). 10 nuevas competencias para enseñar. Barcelona: Ed. Graó.

[2] Zabala, A. y Arnau, L. (2007). Cómo aprender y enseñar competencias. Barcelona: Ed. Graó.