Por Àngels Domingo

Resignificar la Innovación

No se va de mi memoria la sorpresa que me llevé en cierta ocasión cuando en una conferencia de un prestigioso consultor internacional especialista en procesos de innovación empresarial le escuché estas inusitadas palabras:

“A la innovación se la mata diciendo que SÍ. Casi nadie sabe decir NO.”

Esta taxativa afirmación sobre la innovación me resultó inicialmente disonante e incomprensible, pues en la sociedad en la que vivimos hoy y en las organizaciones en que trabajamos la mayoría de los mortales, el discurso que nos envuelve es muy diferente: Innovar ¿sí o sí? ¿Innovar o morir?. Parece inviable no innovar en un mundo dinámico que vive en situación de cambio permanente. Bien, cuando terminó esa brillante conferencia yo había comprendido el significado de esas palabras. El ponente se refería a que es tal la presión que se siente de la necesidad de innovar y es tan grande su fuerza, que fácilmente nos arrolla sin dejarnos tomar decisiones acordes con nuestros criterios y prioridades y que impele a subirse al carro de la innovación indiscriminiada.

La decisión de innovar y el modo de hacerlo requiere análisis, estudio, reflexión, contextualización, toma de decisiones y compromiso. Desde hace varias décadas el fenómeno de la comercialización de la innovación va en aumento y ésta se ha convertido en un valioso producto de compra y venta. Ciertamente comprar innovación puede ser valioso y rentable para empresas dedicadas a la producción, sin embargo, comprar innovación educativa parece insensato por la diversidad contextual de cada comunidad educativa cargada de particularidades y especificidades singulares.

Todos los autores de este libro, procedentes de diversas regiones, países y contextos, comparten una misma voz: “SÍ a la innovación”. A través de los distintos capítulos aportan a los lectores criterios, condiciones, requisitos para una innovación educativa de calidad que es entendida por todos ellos como el resultado de un proceso de reflexión consistente y sólido.

Es cierto que la innovación es algo deseable en todos los sectores y lo es especialmente en el ámbito educativo. Sin embargo, desde hace algún tiempo la cantidad de propuestas parece haberse multiplicado a un ritmo tan vertiginoso que difícilmente hay tiempo y espacio para la reflexión. ¿Cuántos profesores, con la mejor voluntad, intentan estar al día y llevar a su aula “lo último” en metodologías? (gamificación, flipped learning, aprendizaje basado en proyectos, aprendizaje servicio, design thinking, aprendizaje cooperativo, aprendizaje basado en problemas, aprendizaje basado en el pensamiento y desarrollo de inteligencias múltiples son solo algunas de las metodologías que integran un largo listado). ¿Es posible y positivo intentar probar con todas ellas? Y si lo fuese, ¿esto supondría una verdadera innovación? ¿No estamos cambiando mucho para no cambiar nada? ¿No sería más útil detenernos a pensar en qué y para qué queremos cambiar, y luego pensar en el cómo?

Todos estamos convencidos de la apremiante necesidad de innovar y sin embargo, cuesta mucho obtener resultados en innovación. Parece ser que el motivo de esta paradoja es que dedicamos casi todo nuestro tiempo a explotar los proyectos innovadores logrados y que nos roban el tiempo que necesitamos para explorar. El día tiene veinticuatro horas para todos así que la solución no puede estar en intentar dilatar el tiempo de nuestra jornada.

En las últimas décadas se ha producido un cambio de tendencia en la aproximación sobre la innovación en el ámbito social. Se ha pasado de la promoción de una figura individual del «innovador o emprendedor», a la promoción de los «ecosistemas de innovación», en lo que llamamos coinnovación o innovación colaborativa (Eggers y Singh, 2009). Se trata de aprender a concebir organizaciones educativas con estructuras más planas, con decisiones alineadas y más distribuidas. Se trata de evitar la burocratización inútil. Se trata de disciplinarse y apostar por estructuras que no solamente piensen y funcionen verticalmente. La innovación vive en lo transversal. Se trata de transformar esas culturas corporativas tan cerradas dónde lo único bueno está dentro y todo lo que viene de fuera es sospechoso. La innovación vive en las organizaciones abiertas. Se trata de entender que la innovación vive en la diversidad y practica la ingenuidad de volver a hacer preguntas básicas.

La innovación no está en la tecnología. Está en la mirada. Y la mirada de los expertos está contaminada de un saber condicionado, el saber que conoce demasiado bien todo lo que parece imposible. La innovación la hacen los que no sabían que era imposible y que se sumergieron en su docencia con una actitud indagadora e investigadora practicando esa espiral cíclica de acción-reflexión-acción. Estamos ante las habilidades investigadoras del docente y/o formador en contexto práctico que innova su praxis docente a partir de una reflexión sistemática e intencionada de su práctica y con el apoyo de la reflexión colaborativa de sus colegas.

La interacción colaborativa facilita la circulación basada en la confianza y la discusión de ideas nuevas y creativas, y garantiza tanto una amplia evaluación de los posibles riesgos y beneficios de las soluciones, como la selección de las más prometedoras

Por todo ello y más, la colaboración se convierte en un potencial fundamental en todo el proceso de innovación en tanto que aporta visiones y planteamientos diversos que cuando interactúan enriquecen el proceso. De este modo, si entendemos que mejorar la colaboración entre los docentes de una institución educativa puede promover la innovación educativa, es crucial conocer y explorar distintas estrategias de colaboración. Entre otras, podemos evocar las estrategias concretas de colaboración – inspiradas en Eggers y Singh (2009). Estos autores subrayan que los procesos colaborativos e interdisciplinarios implican una gestión y un liderazgo constructivo desde la diversidad y los consideran válidos para la innovación en el ámbito educativo.

Este libro bien podría compararse a un paseo temático que desvela progresivamente y desde diferentes perspectivas la conveniencia de promover una auténtica innovación pedagógica en las instituciones educativas, la única innovación que es capaz de transformar los procesos de enseñanza-aprendizaje. Solamente la innovación pedagógica genera cambios sustentables en el espacio y en el tiempo y favorece el desarrollo profesional del profesorado que a partir de los modelos pedagógicos innovadores puede moverse con profesionalidad, creatividad y autonomía en su desempeño docente.

¿Qué supone, realmente, ser un profesor innovador en el siglo XXI? No llevar el piloto automático puesto en sus clases y aprender a desaprender. Un desafío que reta a los docentes de hoy y que aproxima el perfil del docente al de un profesional creativo que busca y diseña soluciones prácticas a situaciones únicas e irrepetibles.

Los coautores de este libro nos ponen ante un docente reflexivo que integra en su profesión el hábito de la reflexión sistemática, que se sirve de la práctica reflexiva individual y colaborativa para su desarrollo profesional, que afronta su praxis desde una cultura indagadora, que moviliza sus habilidades investigadoras para mejorar su docencia. Estamos ante el profesor- investigador de su práctica.

En síntesis, esta obra, una auténtica joya intelectual para los lectores, pone en valor una competencia transversal de la profesión docente: la competencia reflexiva, el hilo conductor que vertebra los capítulos que este valioso libro que tienen en sus manos y se disponen a leer.

La publicación está disponible online a través de este link.

Àngels Domingo
Fundadora y Directora de la PIPR
adomingo@practicareflexiva.pro
@AngelsDomingo