Por Mariana Morales Lobo

Un poco por curiosidad, por suerte o tal vez porque me gusta explorar cosas que me hagan pensar, encontré un buen día de esta primavera un artículo de Arthur Chiaravalli en el que explicaba con entusiasmo su camino profesional hacia una clase sin calificaciones e invitaba a los lectores a unirse al grupo de Facebook Teachers going gradeless. La invitación cayó en el terreno abonado de los docentes que, ante la tozuda realidad de que las notas no sirven para aprender, encontraron en esta propuesta una aventura profesional interesante y digna de explorar. El grupo, en un mes, ya tenía más de dos mil personas y una actividad productiva intensa, convirtiéndose en una comunidad de aprendizaje virtual en toda regla con docentes de los cinco continentes aportando sus experiencias, sus dudas y sus ilusiones por eliminar las notas o, al menos, reducir su cantidad. ¿Por qué hacer esto?

Desde hace años estamos confundiendo la evaluación continua con el examen continuo. Y en este doble rol en el que los profesores a veces somos jueces y otras contables nos hemos perdido en el laberinto de las notas. Devuelves un examen y los alumnos miran la nota, calculan que esté todo bien sumado, comparan entre sí y ya está. Fin. Esto produce un efecto emocional conocido como ego feedback que consiste en que la mitad de los alumnos deciden que no son tan buenos como los demás (para profundizar lean a Jo Boaler de la Universidad de Stanford). ¿Dónde quedó el aprendizaje? ¿Por qué no repararon en esas anotaciones que el docente escribió y a las que dedicó toda la mañana del sábado?

La zona de confort de un docente incluye rutinas muy poco confortables, como puntuar exámenes. Esta práctica es poco efectiva desde el punto de vista del aprendizaje del alumno. Prueben a poner el mismo examen al mismo grupo de alumnos dos meses más tarde y comprueben el resultado. En cambio, una evaluación cualitativa en forma de pregunta, de sugerencia, de corrección de un error o de observación promueve un aprendizaje más duradero y profundo. Este feedback puede proceder tanto del docente como de otros estudiantes, con la guía adecuada. Está demostrado que calificar con una nota en realidad reduce el rendimiento de los estudiantes (ver Boaler, 2015 y Butler, 1998) en contraposición a la evaluación cualitativa, que incrementa el aprendizaje y la motivación en los estudiantes. La evaluación continua debería centrarse pues en los aspectos cualitativos que son los que realmente ayudan a los alumnos a crecer en el aprendizaje.

La insistencia administrativa en las pruebas externas, incluso en la elaboración de rankings entre escuelas, regiones o países viene a rematar la faena: obtenemos un porcentaje, un puesto en el ranking, pero no sabemos qué hacer para mejorarlo… y, cada uno en su nivel (docente, escuela, administración) va dando palos de ciego sobre lo que intuye que debe hacer para subir en el ranking…, pero siempre habrá alguien en la cola, porque en eso consiste un ranking. Antiguamente en las escuelas se leían las notas en voz alta e incluso se sentaba a los niños en filas conforme a los resultados… Esta práctica nefasta es la que se está practicando ahora con los resultados de las pruebas externas, con el argumento de la transparencia. ¿No sería mejor que la inspección educativa entrara en las aulas para ver cómo de actualizada está la práctica docente y proponer mejoras, por ejemplo, en la formación y acompañamiento del profesorado? ¿No ayudaría esto mucho más que un porcentaje en una lista? Y, de cara a las escuelas: ¿No sería mejor dejar de dedicar tiempo a entrenar pruebas y centrarse en los aprendizajes significativos de los alumnos?

La pretendida objetividad de las calificaciones respecto a los aprendizajes está siendo cuestionada por evidencias que indican que los docentes no califican en base a los aprendizajes logrados por los alumnos, sino que intervienen otras muchas cuestiones relativas a la subjetividad del docente (véase el estudio de Brookhart, de la Universidad de Duquesne (2016). En este sentido, la evidencia apoya lo que todo docente sabe que ocurre en la realidad: se valoran los conocimientos, pero también la actitud, el esfuerzo (o su ausencia), la participación, la presentación de los trabajos, la puntualidad, etc. Cuestiones que van mucho más allá de los estándares de aprendizaje evaluables.

Así pues, hay motivos suficientes para pensar que las calificaciones en las escuelas no están ayudando a que los alumnos aprendan mejor. En cambio, la evaluación cualitativa resulta mucho más motivadora para la mayoría de alumnos. Les ayuda a centrarse en aquello que tienen que mejorar y les sugiere cómo hacerlo, más allá del consabido “esfuérzate más”.

En los próximos meses publicaremos desde este blog algunos artículos destacados del movimiento “Teachers going gradeless” que invitarán a una reflexión crítica sobre la práctica evaluativa y que pueden abrirnos horizontes profesionales para su transformación.

Mariana Morales Lobo
Formadora, consultora y Docente
Miembro del Equipo de apoyo de la Plataforma
@MarianaMorale19
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Referencias:

  • Brookhart, S. M., Guskey, T. R., Bowers, A. J., McMillan, J. H., Smith, J. K., Smith, L. F., Stevens, M.T., Welsh, M. E. (2016). A Century of Grading Research: Meaning and Value in the Most Common Educational Measure. Review of Educational Research, 86(4), 803-848. doi: 10.3102/0034654316672069 http://doi.org/10.3102/0034654316672069
  • Boaler, J. (2015). Mathematical Mindsets: Unleashing Students’ Potential through Creative Math, Inspiring Messages and Innovative Teaching: Jossey-­‐Bass: New York. Aquí puede consultar un resumen.
  • Butler, R. (1988). Enhancing and undermining intrinsic motivation: The effects of task-involving and ego-involving evaluation on interest and performance. British Journal of Educational Psychology, 58, 1-14.
  • Sanmartí, N. (2007) Evaluar para aprender. Graó.
  • Teachers going Gradeless. Grupo de FACEBOOK: https://www.facebook.com/groups/277181926058422/ y página web: https://teachersgoinggradeless.com/